Iñaqui Carnicero ha tocado todos los palos: desde su trabajo profesional como arquitecto hasta su actividad en la docencia, la investigación y el comisariado. Ahora, es el secretario general de Agenda Urbana, Vivienda y Arquitectura del Ministerio. Con este bagaje, analiza el pasado y presente del sector, comenzando por la crisis del 2008 y cómo esta ha marcado la manera de construir en España y llegando a retos actuales como el problema de la vivienda o la falta de mano de obra.
El tránsito desde la arquitectura a la gestión pública ha sido, para mí, un gran reto y, a su vez, una oportunidad excepcional para poner en valor el gran poder transformador y la enorme capacidad que tenemos desde la arquitectura para dar respuesta a los grandes desafíos a los que nos enfrentamos como sociedad, como la sostenibilidad y la equidad social, transformando nuestro entorno construido e implementando políticas públicas de calidad que inciden directamente en la mejora de la calidad de vida de las personas, logrando ciudades más inclusivas, habitables y humanas.
A lo largo de mi carrera, he sido testigo de cómo los espacios que habitamos tienen la capacidad de influir profundamente en nuestras vidas, emociones y comportamientos. La arquitectura no es simplemente la creación de espacios y edificios, sino que también supone la construcción de entornos en los que se desarrollan nuestras historias, donde convivimos, trabajamos, aprendemos y soñamos. Es un lenguaje que habla de nuestras sociedades, de nuestras aspiraciones y de nuestros valores y tiene el poder de inspirar, de generar bienestar y de fomentar la conexión entre las personas.
Sin embargo, también es cierto que la arquitectura puede contribuir a la segregación y la desigualdad si no se diseña desde una perspectiva inclusiva y centrada en las personas. De ahí la importancia de pensar el espacio público como un bien común, accesible y equitativo, capaz de fortalecer el sentido de pertenencia y la identidad de una comunidad. La planificación urbana y territorial debe responder a criterios de justicia espacial, asegurando que cada intervención contribuya a un entorno más sostenible y democrático.
Este convencimiento fue algo que me motivó a dar este paso hacia la gestión pública, donde he encontrado una plataforma idónea para canalizar mis conocimientos y experiencia en beneficio de la sociedad.
Desde la toma de decisiones estratégicas y el papel ejemplarizante de la Administración Pública, he tenido la oportunidad de aplicar los conocimientos y la experiencia adquirida a lo largo de mi carrera profesional e impulsar proyectos que materializan el impacto positivo de la arquitectura a una escala más amplia.
Mi objetivo es seguir promoviendo políticas que pongan a las personas en el centro del diseño urbano, que fomenten la regeneración sostenible de nuestras ciudades y que aseguren que la arquitectura siga siendo una herramienta de cambio al servicio del bienestar colectivo.
En las últimas décadas, el sector de la construcción en España ha experimentado varios momentos clave que han marcado su transformación. Uno de los más significativos fue la gran crisis económica de 2008-2009 y la burbuja inmobiliaria asociada, que tuvo un gran impacto en toda una generación de arquitectos y obligó a una reestructuración muy profunda del sector.
La crisis no solo dejó al descubierto las vulnerabilidades del sector, sino que también actuó como un catalizador para la adopción de nuevos enfoques más racionales y sostenibles, impulsando la adopción de nuevas tecnologías y métodos de construcción más sostenibles como motor de cambio.
Este cambio de paradigma no solo ha permitido una recuperación más estable y resiliente, sino que también ha sentado las bases para un futuro más verde y responsable para la industria. La racionalidad del sector post-crisis ya no se mide únicamente en términos de rentabilidad inmediata, sino en su capacidad para adaptarse a las nuevas necesidades.
Otro momento crucial está siendo el que estamos viviendo actualmente con el impulso a la digitalización y la industrialización del sector, que están revolucionando la manera en que se diseñan y construyen los edificios, mejorando la eficiencia y reduciendo los costes.
Y, por supuesto, en todos estos grandes cambios, la normativa y las instituciones responsables estamos jugando un papel fundamental. La incorporación de dichas novedades en normativas fundamentales del sector, como es el Código Técnico de la Edificación (CTE), ha establecido requisitos mínimos de eficiencia energética y sostenibilidad para las nuevas construcciones, promoviendo prácticas más responsables y sostenibles donde la integración de avances tecnológicos y un mayor compromiso con la sostenibilidad se traducen en proyectos que priorizan la eficiencia energética, la resiliencia y el respeto al entorno.
En este mismo sentido, también es preciso destacar que la nueva Directiva de Eficiencia Energética en Edificios, aprobada en 2024, y en la que actualmente estamos trabajando en su trasposición e implementación, nos marcará los pasos del sector en los próximos años, centrada en acelerar el ritmo de renovación de edificios, especialmente de aquellos con peor comportamiento energético, y es un pilar clave para lograr el objetivo de alcanzar la neutralidad de carbono para 2050.
Durante las décadas previas a la crisis de 2008, es cierto que el sector de la construcción vivió un auge que impulsó un dinamismo económico sin precedentes, convirtiéndose en uno de los motores principales de la economía española junto con el turismo, generando un alto nivel de empleo y contribuyendo significativamente al PIB nacional, lo que consecuentemente favoreció la modernización de un gran número de infraestructuras y viviendas en muchas áreas del país, mejorando la calidad de vida y facilitando el acceso a la vivienda para muchas familias.
Según cifras de Eurostat, entre 1996 y 2007, la inversión en viviendas experimentó un crecimiento medio anual real del 7%, superando ampliamente el 2% registrado en toda la UE y frente al 3,9% de aumento en las demás áreas del sector de la construcción en nuestro país. Así, en 2007, la inversión en vivienda llegó a representar la mitad de la inversión total en construcción en España, mientras que en 1995 solo constituía un tercio.
Entre las fortalezas de estos años podemos destacar el desarrollo de nuevos proyectos urbanos, lo que ayudó a transformar nuestros pueblos y ciudades y mejorar la conectividad, consolidando así un escenario de crecimiento que parecía imparable, donde, además, nuestro sector absorbió una gran cantidad de mano de obra, contribuyendo a reducir el desempleo en ese momento.
Sin embargo, detrás de estos logros se escondían vulnerabilidades fundamentales. La confianza excesiva en la continuidad del crecimiento desembocó en un elevado sobreapalancamiento y en la proliferación de la especulación, lo que contribuyó a la formación de una burbuja inmobiliaria insostenible.
A esta problemática se sumaba la falta de una evaluación rigurosa y de una planificación estratégica a largo plazo en muchos proyectos, lo que dejó al descubierto desequilibrios económicos que se hicieron evidentes cuando la demanda se desplomó. Además, la regulación se mostró insuficiente para controlar el ritmo acelerado del sector, permitiendo la consolidación de prácticas de riesgo que finalmente resultaron en un colapso del modelo de crecimiento.
La construcción masiva llevó a una sobreproducción de viviendas, muchas de las cuales quedaron vacías o sin vender, impulsada por la especulación inmobiliaria, donde se construía más allá de la demanda real y la economía española se volvió excesivamente dependiente del sector de la construcción, lo que la hizo vulnerable a las fluctuaciones del mercado inmobiliario y, cuando la burbuja estalló, el impacto en la economía fue devastador.
Además, el modelo constructivo de aquella época se centraba primordialmente en el crecimiento y la expansión, dejando de lado elementos fundamentales como la sostenibilidad y la eficiencia energética. En aquel entonces, la premisa del desarrollo se basaba en la rapidez y la cantidad, sin prestar la debida atención a la calidad ambiental ni a la integración de soluciones innovadoras que respondieran a las necesidades reales de la población.
La crisis de 2008 tuvo un impacto devastador tanto en el sector de la construcción como en la economía española, evidenciando la fragilidad de un modelo basado en el crecimiento acelerado y la especulación desmedida. Este episodio marcó un antes y un después en la forma de concebir y ejecutar proyectos, obligándonos a repensar la manera en la que abordamos tanto el diseño como la planificación urbana. Muchas empresas del sector se vieron obligadas a cerrar, produciendo una destrucción masiva de empleo.
Desde entonces, el sector ha experimentado cambios estructurales significativos, donde se ha reforzado el marco normativo, con la implementación de regulaciones más estrictas que exigen criterios de sostenibilidad y eficiencia energética para lograr reducir la huella de carbono de nuestros edificios. Estos cambios han impulsado la adopción de materiales ecológicos, tecnologías innovadoras y estrategias de diseño que priorizan la resiliencia y la adaptabilidad a las nuevas necesidades.
Además, la crisis promovió una mayor integración de criterios sociales en la arquitectura, orientando los proyectos hacia la mejora de la calidad de vida de los usuarios y la creación de espacios que respondan a las necesidades reales de la población.
Una arquitectura más humanista, sostenible y socialmente responsable, que, desde el Ministerio de Vivienda y Agenda Urbana, a través de La Casa de la Arquitectura, estamos impulsando, fomentando y divulgando para sensibilizar a la sociedad sobre el valor cultural, social y ambiental de la arquitectura. Nuestro objetivo es promover un enfoque integrador que priorice el bienestar de las personas, el respeto por el entorno y la regeneración urbana sostenible, apoyando iniciativas que refuercen la identidad de nuestros territorios y mejoren la cohesión social.
En esta línea, se ha promovido la rehabilitación y regeneración del parque edificado existente frente a la expansión indiscriminada, con políticas que fomentan la eficiencia energética, la accesibilidad y la reutilización de recursos, dando prioridad a la mejora del confort térmico, la reducción del consumo de energía y la incorporación de soluciones bioclimáticas que optimicen el rendimiento de los edificios.
En este sentido, la rehabilitación energética de los edificios ha cobrado un papel central en las estrategias de sostenibilidad urbana. La transición hacia un parque edificado con menor impacto ambiental no solo contribuye a la lucha contra el cambio climático, sino que también reduce la vulnerabilidad energética de muchas familias, al disminuir su dependencia de fuentes de energía costosas y contaminantes.
Además, la accesibilidad ha pasado a ser un eje clave en la regeneración urbana, con actuaciones destinadas a adaptar los edificios y el espacio público a las necesidades de una sociedad cada vez más diversa y envejecida. La instalación de ascensores en edificios antiguos, la eliminación de barreras arquitectónicas y la mejora de la movilidad en las ciudades son intervenciones fundamentales para garantizar que el entorno construido sea inclusivo y equitativo.
Por otro lado, la regeneración urbana no solo se centra en la mejora técnica de los edificios, sino también en la revitalización de los barrios y su tejido social. Se han impulsado programas de rehabilitación integral que van más allá de la intervención en las viviendas, apostando por la renovación de espacios públicos, la creación de equipamientos comunitarios y la promoción de modelos de vivienda colaborativa, como el cohousing. Estos enfoques buscan fortalecer la identidad de los barrios, fomentar la cohesión social y mejorar la calidad de vida de sus habitantes.
En cuanto a si realmente aprendimos la lección, creo que en gran medida sí. La crisis de 2008 nos dejó claro que el modelo especulativo e insostenible de la construcción no era viable. Desde entonces, hemos avanzado en sostenibilidad, rehabilitación, digitalización y urbanismo social, pero aún existen riesgos de volver a caer en prácticas del pasado.
El reto ahora es consolidar estos avances y garantizar que el sector de la edificación siga un camino firme hacia la resiliencia, la equidad y la sostenibilidad a largo plazo, aprendiendo de los errores del pasado. Esto solo será posible si las políticas públicas, el sector privado y la sociedad trabajan conjuntamente para asegurar que la arquitectura y el urbanismo sean realmente motores de transformación positiva y bienestar para todos.
Es cierto que el acceso a la vivienda sigue siendo uno de los grandes retos de nuestra sociedad, al igual que ocurre en el conjunto de países de nuestro entorno, a pesar de la mejora en los datos del sector de la construcción. No se trata solo de un problema de oferta, sino de una falta de adecuación entre lo que se construye y las necesidades reales de la población.
En este contexto, la arquitectura desempeña un papel fundamental, no solo proporcionando soluciones técnicas, sino también repensando los modelos de vivienda desde una perspectiva más social, sostenible e innovadora.
Para abordar esta crisis habitacional, es imprescindible cambiar el enfoque. No basta con construir más, sino que además es necesario construir mejor. La promoción de vivienda pública y protegida debe ocupar un lugar central en las políticas urbanas, ya que todavía España se encuentra por debajo de la media europea en este aspecto. La arquitectura puede contribuir a ello mediante el diseño de soluciones que optimicen recursos y reduzcan costes sin sacrificar la calidad del espacio habitable. La industrialización y la prefabricación, por ejemplo, serán elementos claves para hacer más eficiente el proceso constructivo y garantizar viviendas asequibles con altos estándares de confort.
Al mismo tiempo, es urgente reforzar la rehabilitación del parque edificado existente. Muchas viviendas en España no cumplen con los requisitos mínimos de eficiencia energética, accesibilidad o habitabilidad. En lugar de centrarnos exclusivamente en la construcción de obra nueva, debemos priorizar la regeneración urbana y la reutilización de edificios en desuso, adaptándolos a las necesidades actuales y reduciendo el impacto ambiental que supone edificar desde cero. La rehabilitación no solo mejora la calidad de vida de los ciudadanos, sino que también ayuda a revitalizar barrios degradados y a hacer las ciudades más sostenibles.
Por otro lado, la arquitectura debe responder a los cambios en los modos de habitar. Los modelos tradicionales de vivienda no siempre se ajustan a la diversidad de situaciones familiares y laborales de hoy en día. Es necesario apostar por tipologías más flexibles, viviendas intergeneracionales, espacios compartidos o soluciones modulares que puedan adaptarse a lo largo del tiempo. Alternativas como las cooperativas de vivienda o el cohousing ofrecen opciones más asequibles y fomentan una forma de vida más colaborativa y comunitaria.
Pero la vivienda no puede entenderse de forma aislada. Su integración en la ciudad es crucial. La planificación urbana debe garantizar que las viviendas se ubiquen en entornos bien conectados, con acceso a infraestructuras y servicios, evitando la creación de periferias desconectadas que dificulten la vida cotidiana de sus habitantes. La arquitectura y el urbanismo deben trabajar juntos para promover un modelo de ciudad más equilibrado, accesible y pensado para las personas.
Finalmente, la sostenibilidad debe ser un principio rector en el futuro de la construcción. No solo para reducir el impacto ambiental, sino también para asegurar viviendas más eficientes y con menores costes de mantenimiento para sus ocupantes. La reutilización de materiales, el diseño bioclimático y la eficiencia energética deben estar en el centro de cualquier estrategia de vivienda.
En definitiva, la arquitectura no puede limitarse a diseñar edificios, sino que debe asumir un papel activo en la transformación del modelo habitacional. La solución a la crisis de acceso a la vivienda no pasa únicamente por construir más, sino por hacerlo con principios de calidad arquitectónica, de manera más equitativa, sostenible y adaptada a las necesidades reales de la sociedad. La vivienda debe ser un derecho garantizado y la arquitectura tiene la capacidad y la responsabilidad de contribuir a ello.
La Ley de Calidad de la Arquitectura supuso un hito fundamental en la forma en que concebimos la arquitectura en España, reconociéndola como un bien de interés general y situando la calidad del entorno construido en el centro de las políticas públicas. A lo largo de estos tres años, hemos visto avances significativos en la promoción de una arquitectura más sostenible, accesible e integrada en su contexto social y cultural, aunque todavía quedan retos importantes por afrontar para consolidar sus principios en la práctica.
Uno de los logros más destacados ha sido la creación de la Casa de la Arquitectura, un espacio perteneciente a la red de museos de España que busca acercar los valores y principios de la arquitectura a la sociedad y fomentar el debate sobre el papel de la arquitectura en la mejora de nuestras ciudades y calidad de vida. También se ha reforzado la presencia de la arquitectura en las políticas públicas, promoviendo una mayor integración de criterios de sostenibilidad, eficiencia energética y rehabilitación en los proyectos financiados con fondos públicos.
Además, la ley ha impulsado la creación del Consejo sobre la Calidad de la Arquitectura, cuya aprobación esperamos que se materialice en los próximos meses mediante un real decreto. Dicha institución actuará como un órgano colegiado que servirá como plataforma de intercambio de conocimiento, participación, consulta y asesoramiento en todas las materias relacionadas con la calidad de la arquitectura.
A través del desarrollo de sus funciones, constituirá un foro de encuentro de todos los actores cuya participación y colaboración es necesaria para desarrollar los principios de calidad de la arquitectura.
Otro aspecto clave ha sido el impulso a la rehabilitación del parque edificado, alineado con los objetivos europeos de descarbonización y eficiencia energética y con iniciativas europeas como la New European Bauhaus. La ley ha servido como marco para fomentar intervenciones que no solo mejoran las condiciones habitacionales, sino que también revitalizan barrios y refuerzan la cohesión social. En este sentido, se han desarrollado programas que priorizan la rehabilitación frente a la expansión urbana descontrolada, promoviendo un modelo de ciudad más compacto y sostenible.
Otro avance destacado ha sido el fomento de la contratación pública con criterios de calidad arquitectónica. La aprobación de la ley introdujo importantes modificaciones en la Ley de Contratos del Sector Público para asegurar que las actuaciones de rehabilitación y construcción promovidas por el sector público se guíen por criterios de calidad, integralidad y planificación previa.
Sin embargo, aún quedan retos por afrontar. Uno de los principales desafíos es garantizar que los principios de la ley se traduzcan en cambios reales y generalizados en la práctica arquitectónica. Si bien se han dado pasos importantes, sigue habiendo una brecha entre la normativa y su aplicación efectiva en muchos ámbitos, especialmente en el sector privado, donde es necesario seguir promoviendo la calidad arquitectónica como un valor añadido y no solo como un requisito normativo.
También es imprescindible consolidar la participación de la arquitectura en la planificación urbana desde una perspectiva más integral. La calidad del entorno construido no depende solo de los edificios, sino también del espacio público, la movilidad y la integración de infraestructuras. La ley ha abierto el camino para una visión más holística de la arquitectura, pero aún queda trabajo por hacer en la coordinación entre diferentes niveles administrativos y sectores profesionales.
En definitiva, la Ley de Calidad de la Arquitectura ha sido un gran paso adelante para reivindicar el papel de la arquitectura en la construcción de ciudades más habitables, sostenibles e inclusivas. Para ello, es fundamental que la sociedad en su conjunto valore y demande una arquitectura de calidad, que no solo responda a necesidades funcionales, sino que también contribuya al bienestar y la cohesión social.
La prefabricación y el uso de nuevos materiales están transformando significativamente la forma de construir en España, ofreciendo soluciones más sostenibles, eficientes y adaptadas a los desafíos actuales del sector. Estos avances no solo están revolucionando los procesos constructivos, sino también la propia concepción de la arquitectura, permitiendo una mayor optimización de recursos, una reducción de los plazos de ejecución y un menor impacto ambiental.
La prefabricación, en particular, está cobrando cada vez más protagonismo como una alternativa a los métodos tradicionales. Su capacidad para reducir tiempos de construcción, mejorar la precisión en la ejecución y minimizar residuos la convierte en una herramienta clave para afrontar la crisis de acceso a la vivienda. A través de sistemas modulares, paneles prefabricados o estructuras ensambladas en fábrica, es posible construir edificios con un alto nivel de calidad en un tiempo récord, algo especialmente relevante en el contexto actual, donde la demanda de vivienda asequible y sostenible sigue en aumento.
Además, la prefabricación no implica una pérdida de calidad arquitectónica ni de adaptabilidad al entorno. De hecho, gracias a la digitalización y el diseño paramétrico, es posible personalizar cada proyecto sin renunciar a la estandarización de ciertos procesos. Esto abre nuevas posibilidades para la construcción de viviendas, equipamientos y espacios públicos con una flexibilidad y versatilidad que antes no eran posibles.
Por otro lado, la evolución en los materiales de construcción está marcando un punto de inflexión en la arquitectura española. La incorporación de materiales más sostenibles, reciclables y de menor huella de carbono es una de las principales estrategias para avanzar hacia un sector más responsable con el medio ambiente. La madera laminada, el hormigón de bajas emisiones, los aislantes ecológicos y los materiales reciclados están demostrando su potencial en numerosos proyectos, permitiendo construcciones más eficientes y resilientes.
España, tradicionalmente arraigada en modelos constructivos basados en hormigón y ladrillo, está comenzando a explorar nuevas posibilidades con materiales como la madera industrializada en altura o los biocompuestos, que no solo reducen el impacto ambiental, sino que también mejoran el confort térmico y acústico de los edificios. Esto es fundamental en el contexto de la descarbonización del sector, que representa una parte significativa de las emisiones globales de CO₂.
No obstante, para que la prefabricación y los nuevos materiales se consoliden como una alternativa real en nuestro país, es necesario superar algunos retos. La normativa debe adaptarse a estos nuevos sistemas y facilitar su implementación sin trabas burocráticas innecesarias. Asimismo, es imprescindible fomentar la inversión en innovación y en la capacitación de los profesionales del sector, para que puedan incorporar estas tecnologías de manera eficiente en los procesos constructivos.
España se enfrenta al reto de modernizar su sector de la construcción para hacerlo más eficiente, competitivo y sostenible. La clave está en la industrialización y digitalización, dos ejes estratégicos que pueden transformar la manera en que diseñamos, construimos y gestionamos los edificios e infraestructuras.
Uno de los principales cambios pasa directamente por la industrialización de los procesos constructivos, impulsando el uso de sistemas modulares y prefabricados que permiten reducir tiempos y costes, mejorar la calidad y minimizar el impacto ambiental y, para ello, es esencial que integremos estos sistemas desde la fase de diseño, garantizando una mayor flexibilidad y adaptabilidad.
Además, es esencial invertir en formación y capacitación de los profesionales del sector, actualizando las competencias y habilidades específicas en el uso de nuevas tecnologías, donde la formación continua y la actualización de competencias son cruciales para asegurar que los trabajadores estén preparados para adoptar y utilizar estas tecnologías de manera efectiva, sino que también es fundamental apostar por un cambio cultural que permita dejar atrás métodos tradicionales en favor de procesos más eficientes y sostenibles.
La inversión en infraestructura tecnológica también es vital. Esto implica la creación de centros de investigación y desarrollo que se enfoquen en la innovación en la construcción, así como la implementación de plataformas digitales que faciliten la colaboración y el intercambio de información entre los diferentes actores del sector.
En este sentido, es necesario fomentar la colaboración entre el sector público y privado. Las instituciones deben crear un marco regulatorio que incentive la adopción de tecnologías avanzadas y la industrialización de los procesos constructivos. Esto incluye la simplificación de trámites administrativos y la promoción de proyectos piloto que demuestren los beneficios de estas innovaciones.
En este contexto, el desarrollo del PERTE de la industrialización de la vivienda que estamos impulsando desde el Ministerio de Vivienda y Agenda Urbana se presenta como una oportunidad excepcional.
El PERTE va a actuar como un catalizador, impulsando la colaboración entre el sector público y privado para integrar tecnologías avanzadas, abriendo la puerta no solo a una inversión significativa en I+D+i, sino que también impulsará la formación en nuevas metodologías que están transformando la manera de construir.
Asimismo, el PERTE contribuirá a romper la barrera del pensamiento tradicional, demostrando que la industrialización de la construcción no compromete la calidad, sino que la mejora, optimiza tiempos y reduce costes. La integración de procesos digitales y automatizados, junto con la apuesta por materiales sostenibles y eficientes, permitirá transformar la construcción de vivienda en un sector más competitivo y respetuoso con el medio ambiente.
Finalmente, es crucial aumentar la concienciación y la demanda de soluciones constructivas innovadoras. Esto puede lograrse a través de campañas de sensibilización y mediante la comunicación de casos de éxito que muestren los beneficios económicos, ambientales y sociales de la industrialización y digitalización en la construcción.
La escasez de mano de obra cualificada es uno de los principales desafíos que enfrenta la construcción en España y este problema debe abordarse desde un enfoque integral, combinando la formación en nuevas tecnologías, la atracción de talento joven y la inclusión de más mujeres en el sector.
Es necesario adaptar el mercado actual y que el sector vaya atrayendo mano de obra cualificada, especialmente en aquellos ámbitos en los que existe una mayor demanda, entre los que destaca la rehabilitación y mejora del parque de edificios existente.
Un aspecto fundamental es, por tanto, hacer que la construcción sea atractiva para las nuevas generaciones. La industrialización reduce la carga física del trabajo y aumenta la tecnificación, lo que permite captar talento joven a través de programas de formación dual, becas y colaboración con centros educativos.
Además, la digitalización es una oportunidad para reducir la brecha de género en el sector. Si bien la construcción ha sido históricamente un ámbito masculinizado, con la automatización y los nuevos procesos, hay más espacio para la incorporación de mujeres en áreas técnicas y operativas, por lo que debemos impulsar iniciativas y campañas informativas para fomentar la presencia femenina en ámbitos vinculados a la construcción, promoviendo así la igualdad de oportunidades en el acceso a puestos de responsabilidad.
Por ello, el PERTE de la industrialización de la vivienda que estamos impulsando desde el Ministerio de Vivienda y Agenda Urbana será clave en esta transformación. Este plan estratégico fomentará programas de capacitación en colaboración con universidades, escuelas técnicas y centros de formación profesional, adaptando el aprendizaje a los nuevos sistemas constructivos industrializados y a las herramientas digitales y, además, se incentivará la formación continua de los profesionales en activo para que puedan adaptarse a los cambios tecnológicos.
Sin duda, la inteligencia artificial y la digitalización están transformando la arquitectura y el urbanismo de una manera acelerada y profunda, optimizando procesos, mejorando la eficiencia y permitiendo un diseño más holístico y sostenible en el diseño y la construcción de edificios y ciudades adaptado a las necesidades del entorno y de las personas.
En el ámbito arquitectónico, la IA está revolucionando la forma en que concebimos y desarrollamos los proyectos. Gracias a herramientas basadas en algoritmos de diseño generativo, es posible explorar múltiples soluciones constructivas en segundos, optimizando variables como la eficiencia energética, la sostenibilidad y el coste.
La automatización también juega un papel clave en la industrialización de la construcción, permitiendo la fabricación de componentes modulares con mayor precisión y reduciendo los tiempos de ejecución. Este avance no solo mejora la productividad, sino que también reduce el impacto ambiental al minimizar residuos y optimizar materiales.
En el ámbito del urbanismo, la digitalización y la IA están permitiendo analizar datos a gran escala para diseñar ciudades más eficientes y resilientes. Herramientas de simulación pueden prever el impacto de fenómenos como el cambio climático o la movilidad urbana, facilitando la toma de decisiones basadas en datos reales. La integración de sensores y tecnologías del Internet de las Cosas en las ciudades permite desarrollar entornos urbanos inteligentes, donde la eficiencia energética, la gestión del tráfico y la planificación de infraestructuras se optimizan de forma continua.
La inteligencia artificial también está revolucionando ya la forma en que se planifican y ejecutan los proyectos de construcción, aumentando la eficiencia y reduciendo costes. Por ejemplo, estas herramientas de inteligencia artificial permiten realizar simulaciones avanzadas y análisis predictivos que optimizan el diseño y la planificación de proyectos, mejorando la precisión y ayudando a identificar y anticiparnos a posibles problemas antes de que ocurran.
Ejercer la arquitectura en España es un reto que se enmarca en un contexto de transformación profunda y, a la vez, en oportunidades sin precedentes para quienes se atreven a reinventar la profesión.
Lejos de ser un callejón sin salida, el panorama actual invita a los jóvenes arquitectos a explorar nuevas formas de entender y practicar la arquitectura, integrando la tecnología, la sostenibilidad y el pensamiento interdisciplinario en su día a día.
Para ello, desde el Ministerio de Vivienda y Agenda Urbana, venimos impulsando diversas iniciativas para apoyarles en su camino profesional. A través de concursos de arquitectura, fomentamos la innovación y brindamos oportunidades para que los jóvenes puedan demostrar su talento y acceder a encargos reales.
Un claro ejemplo de ello son las tres bienales de arquitectura que impulsamos: la Bienal Española de Arquitectura y Urbanismo (BEAU), la Bienal Iberoamericana de Arquitectura y Urbanismo (BIAU) y la participación de España en la Bienal Internacional de Arquitectura de Venecia, que permiten dar visibilidad a nuevas generaciones de profesionales, conectándolos con el ámbito nacional e internacional.
También impulsamos el Festival de Arquitectura Urbana TAC!, que, a través de sus ya cuatro ediciones, apoya el talento de nuestros jóvenes arquitectos y arquitectas, brindando la oportunidad en muchos casos de materializar su primer encargo profesional a través de la construcción de un pabellón en el espacio público, experimentando con nuevas formas de diseño y aportando su creatividad a la transformación de nuestras ciudades.
Nuestro compromiso es seguir apoyando a los nuevos talentos y creando oportunidades que les permitan ejercer la profesión con éxito en España y, en este escenario, la Casa de la Arquitectura se erige como un referente clave. Este espacio, dedicado al debate y la formación, es un punto de encuentro para profesionales, académicos y creativos que comparten la inquietud de renovar la disciplina. La Casa de la Arquitectura impulsa exposiciones, conferencias y actividades formativas que fomentan la reflexión sobre el futuro de la profesión y estimulan la innovación. Participar en sus iniciativas es una manera de ampliar la red de contactos, acceder a nuevas tendencias y encontrar inspiración para proyectos que trascienden lo convencional.
Asimismo, la especialización en campos emergentes, como el urbanismo sostenible, la regeneración de espacios públicos y la rehabilitación del patrimonio, ofrece a los jóvenes profesionales una ventaja competitiva. La intervención en el espacio urbano y la transformación de infraestructuras existentes requieren una visión holística y colaborativa, en la que el arquitecto se articula con otros expertos en un esfuerzo por construir ciudades inteligentes e inclusivas.
Y, por otro lado, el camino hacia la consolidación profesional también pasa por la internacionalización. La calidad de la formación de los arquitectos españoles, forjada en las escuelas de nuestro país, que se encuentran sin ninguna duda entre las mejores escuelas de arquitectura del mundo, ha convertido a nuestros profesionales en referentes a nivel global. Esta excelencia académica, combinada con una fuerte tradición arquitectónica e innovación constante, permite que los jóvenes arquitectos españoles tengan una proyección internacional cada vez mayor, abriéndose camino en estudios, proyectos y concursos fuera de nuestras fronteras.
Además, desde las instituciones, seguimos impulsando su presencia en foros, redes y plataformas globales para reforzar el prestigio de nuestra arquitectura y facilitar su acceso a oportunidades en el exterior.
El primer gran reto que tenemos por delante es dar respuesta al problema de acceso a la vivienda. España, como muchos otros países europeos, enfrenta una crisis en este sentido que afecta especialmente a jóvenes y colectivos más vulnerables y que se localiza sobre todo en las grandes ciudades, donde los precios han subido de manera desproporcionada con respecto a los salarios. En este sentido, la arquitectura tiene un papel fundamental en la búsqueda de soluciones innovadoras que permitan construir viviendas asequibles sin comprometer la calidad ni la sostenibilidad. Estoy convencido de que veremos un importante crecimiento de la construcción industrializada, con procesos más eficientes y rápidos, así como nuevos modelos de vivienda flexible y colaborativa.
Otro de los principales desafíos será, sin duda, la sostenibilidad y la eficiencia energética, para reducir la huella de carbono y luchar contra el cambio climático. La edificación es responsable de en torno al 40% de las emisiones de CO₂, por lo que en los próximos años veremos un esfuerzo cada vez mayor por reducir su impacto ambiental, donde la rehabilitación del parque edificado existente será clave para cumplir con los estándares que nos marca la nueva Directiva de Eficiencia Energética de Edificios. Además, el uso de materiales sostenibles y la integración de fuentes de energía renovables no serán una opción, sino una necesidad.
Y, por último, el tercer gran desafío será la transformación digital del sector. La arquitectura y la construcción han sido tradicionalmente industrias con procesos muy manuales, pero eso está cambiando a gran velocidad. Nuevas tecnologías como el BIM (Building Information Modeling), la inteligencia artificial, la realidad aumentada o la impresión 3D están revolucionando la manera en que diseñamos y ejecutamos los proyectos. Esto traerá ventajas como la optimización de tiempos y costes, pero también implicará un proceso de adaptación y formación para los profesionales del sector. La digitalización no solo afectará al diseño y la construcción, sino también a la gestión y mantenimiento de los edificios, con soluciones cada vez más avanzadas para hacerlos más inteligentes y eficientes.
Este material 100% libre de plomo destaca por su flexibilidad y resistencia, gracias a su composición de poliisobutileno (PIB) reforzada con una malla de aluminio.
Estos revestimientos permiten reproducir el aspecto ultrarrealista del embaldosado con murales de PVC con una técnica de impresión digital texturizada en 3D, sin necesidad de obras.
La propuesta 'Internalities: Architectures for Territorial Equilibrium' ha sido seleccionada como resultado de un concurso de proyectos con intervención de un jurado.
En una reunión, le han indicado las palancas necesarias para potenciar la descarbonización a través de la electrificación en el ámbito de la generación de energía eléctrica, en el incremento de la demanda y en lo relativo a los procedimientos de acceso y conexión.
La Asociación Nacional Española de Fabricantes de Hormigón Preparado hace un llamamiento a las administraciones públicas para que incorporen de forma decidida criterios de sostenibilidad en los pliegos de condiciones de sus licitaciones.
La Unión de Empresas Siderúrgicas valora positivamente el Plan de Acción para el Acero y los Metales presentado por la Comisión Europea, pero incide en la importancia de implementarlo de manera inmediata.
Con el revestimiento Moso Bamboo N-durance y el suelo Moso Bamboo Prestige, la marca busca no solo innovar en soluciones arquitectónicas funcionales y estéticamente atractivas, sino también seguir siendo sostenible.
La inversión de 30 millones de euros hecha por la marca aumenta la capacidad máxima de producción en un 25% y permite fabricar suelos hasta un 30% más rápido que otras líneas.
Los fluxómetros son sistemas de descarga de agua de alta presión que se utilizan en inodoros, urinarios o grifos. Su sistema manual funciona a través de dos cámaras separadas por un diafragma, una válvula de alivio y un mecanismo de palancas.
Comentarios