La concienciación sobre la necesidad de proteger el medio ambiente y ser más responsables con el uso de la energía gana fuerza. Queda mucho por hacer, pero sí se observa claramente cómo, en relativamente poco tiempo, la demanda e inquietud social es cada vez más clara al respecto. En todos los ámbitos; también en el de la arquitectura. Una concienciación que, además, confl e con una también cada vez mayor preocupación de la ciudadanía por habitar espacios saludables que proporcionen buenos niveles de confort térmico y acústico, y ofrezcan la mejor calidad posible del aire en unos entornos, especialmente los del ámbito urbano, cada vez más contaminados.
Podríamos pensar que se trata de una moda, pero al margen de ello nos encontramos, básicamente, ante una necesidad apremiante. Nuestras ciudades son el hábitat de la gran mayoría de la población mundial. Concentran, por lo tanto, una parte importante de nuestros problemas medioambientales pero al mismo tiempo albergan las grandes oportunidades para resolverlos.
En este contexto, gana defensores el Edificio de Consumo Casi Nulo, aquel que apenas necesita energía para mantener en su interior condiciones óptimas para todos los parámetros antes señalados. Una de las vías más eficientes para hacer realidad este modelo de edifica viene de la mano del estándar Passivhaus, uno de los más completos y exigentes del mundo en sostenibilidad energética aplicada a la construcción y rehabilitación de edifi- cios y viviendas.
Un edificio con certificado Passivhaus garantiza el consumo casi nulo de energía para la climatización permitiendo un ahorro energético de hasta el 90% frente al de un edificación convencional; evita defectos o patologías en los edificios que propician la formación de condensaciones o mohos; alcanza excelentes niveles de confort térmico y acústico, así como una altísima calidad del aire interior. Además, disminuye sensiblemente la huella de carbono y otros daños ambientales derivados nuestro excesivo consumo energético.
La idea base es aprovechar al máximo el sol y la orientación del inmueble para captar la mayor energía posible. A partir de ahí, basta aplicar exhaustivamente cinco principios básicos en la construcción del edificio utilizar importantes niveles de aislamiento térmico; cuidar su diseño y ejecución eliminando los puentes térmicos, dando continuidad al aislamiento a lo largo de todo el edificio incluir puertas y ventanas de altas prestaciones térmicas (triple acristalamiento, bajas transmitancias y correcta instalación); garantizar la hermeticidad al aire exterior; y recurrir a una ventilación mecánica con recuperación de calor de alto rendimiento, que permite ventilar recuperando entre el 80 y el 90% de la energía que está dentro del propio inmueble.
Una parte fundamental en la ejecución de un edificio Passivhaus y garantía para el promotor es la certificación del mismo por un certificador acreditado. Se trata de un proceso de auditoría externa que supervisa tanto la parte de diseño como la de ejecución de obra, requiriendo la realización de mediciones y ensayos de los elementos más sensibles en el comportamiento energético del edificio. En este sentido, cabe señalar que el estándar Passivhaus solo certifica edificios que logran garantizar una demanda energética para calefacción y refrigeración menor o igual a 15 kWh/m² al año; una demanda de energía primaria menor o igual a 120 kWh/m²por año; y la práctica ausencia de infiltraciones de aire en el interior de la vivienda o edificio (menor o igual a 0,6 renovaciones/hora a 50 pascales de presión comprobada mediante ensayo blowerdoor).
La evolución de este tipo de edificios en nuestro país en los últimos años ha sido muy importante. Se refleja también en el crecimiento de la Plataforma de Edificación Passivhaus (con más de 600 socios) y que se ha convertido en la segunda asociación nacional a nivel mundial, solo por detrás de Alemania.
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