José Ramón Fontana Usón, del Instituto de Tecnología de la Construcción de Cataluña (ITeC)
Durante la época dorada de la construcción, España pudo mirar a Europa por encima del hombro. Esa superioridad se esfumó con la llegada de la crisis, pero quedaba el consuelo relativo de que el sector retrocedía en la mayoría de los países. Ahora que la actividad lleva unos años remontando, a Europa le toca vivir un nuevo episodio de euforia constructora. Pero a diferencia del anterior ciclo expansivo, en el cual España fue la protagonista, ahora está siendo un mero actor secundario.
Uno de los tópicos más usados para describir la contribución del sector construcción español en el agregado europeo es el que afirma que cuando las circunstancias son favorables, España es capaz de crecer con mucha intensidad, pero tan pronto el clima empeora, España cae con estrépito. Este cliché está dando señales de haberse quedado desfasado, porque en los últimos años Europa está experimentando una potente recuperación del sector construcción sin que España muestre los habituales síntomas de sobrereacción. Vamos a explicar por separado estas dos afirmaciones.
En el último informe Euroconstruct cuesta mucho encontrar algún nubarrón que empañe los resultados a escala europea del sector construcción de 2017, ni tampoco las previsiones para 2018. El año pasado la producción del sector registró un crecimiento anual del 3,9% a valor constante, lo cual es algo muy poco frecuente: si repasamos los datos históricos de las últimas dos décadas, únicamente encontramos dos años (1999 y 2006) en los que se haya visto un crecimiento igual o superior a este 3,9%. La previsión del agregado europeo para 2018 es bastante menos excepcional (2,7%), pero aun así sigue siendo un avance sustancial si la comparamos con las tasas de crecimiento de los años previos a la crisis, que fueron del 2,1% anual como media durante el período 2000-2007. Por otra parte, tanto en 2017 como en 2018 se produce otro fenómeno poco habitual, que es que los 19 países que aportan datos a Euroconstruct se encuentren en situación de crecimiento todos al mismo tiempo.
En este punto, cualquier lector acostumbrado a seguirle el pulso al mercado español de la construcción podría mostrarse suspicaz ante estos datos de crecimiento tan brillantes. En España partíamos de un mercado sumamente deprimido por la crisis, de manera que en cuanto han aparecido los primeros proyectos, enseguida se han alcanzado tasas anuales de crecimiento muy abultadas, pese a que la mejora no haya sido demasiado perceptible. ¿Es éste también el caso de Europa?
La respuesta inmediata es afirmativa si comparamos la producción del sector europeo en 2017 con los máximos que se alcanzaron en 2007, observamos que aún estamos algo más del 20% por debajo. Con estas referencias, tendríamos que concluir que Europa todavía se encuentra en proceso de recuperación y que estamos atravesando tan solo un episodio de buenos resultados de una escala claramente inferior al “boom” de la década anterior. Sin embargo, es posible hacer un cálculo alternativo al anterior, esta vez excluyendo a España de la suma de países. En estas condiciones, la diferencia entre la producción de 2007 y 2017, a valor constante, se vuelve irrelevante (-0,7%). Por tanto, el sector construcción de esta Europa en la que no contabilizamos a España ya ha concluido con creces su proceso de recuperación y ha alcanzado de nuevo los niveles máximos precrisis.
La imagen de una Europa que vuelve a transitar por otro pico de ciclo es coherente con las señales que llegan de algunos países, propias de momentos de alta actividad: se percibe inflación en los costes de construir, cuesta cubrir los déficit de mano de obra y se hacen más evidentes los cuellos de botella en los trámites administrativos de los proyectos. Sin olvidar el otro síntoma que refuerza la percepción de que el mercado está a pleno rendimiento, y es que el sector está empezando a inquietarse sobre cuándo y cómo se acabará esta fase expansiva.
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