En menos de 40 años la población mundial aumentará de 7.200 a 9.600 millones de habitantes, siendo las ciudades las que registrarán el gran grueso de este crecimiento que, sin duda, demandará una mayor habitabilidad con todo lo que ello conlleva: nuevas viviendas y edificios no residenciales con exigencias sociales y productivas superiores a las que conocemos actualmente. Más espacio. Más calidad de vida. Más confort. Más salud. Más servicios. Más... Todo ello requerirá un aumento drástico de los recursos necesarios para el sector de la edificación y, entre ellos, una muy superior demanda de materiales para satisfacer estas nuevas demandas productivas.
Los datos son muy reveladores. La demanda actual de materiales de construicción de edificios es de 2T/m², mientras que las emisiones emisiones de CO2 asociadas al proceso de manufacturarlos son de 0,5T/m². Se prevé que en 2050 se haya multiplicado por 1,76 la demanda de metros cuadrados, las necesidades energéticas se hayan multiplicado por 1,49 y las emisiones de CO2 por 1,40. Si continuamos en el escenario actual, las emisiones del sector de la edificación por sí solas llevarán a un aumento de temperatura del planeta de 2ºC, el tope máximo fijado en la Conferencia de las Partes de París de 2015. La necesidad de crecimiento es compartida con otros sectores, por lo que el sector de la construcción debería reducir sus emisiones de CO2 asociadas hasta un 77% de las previstas.
Y es que el cambio climático será determinante en el futuro y no podemos quedarnos de brazos cruzados. Según el informe de IPCC de 2014, hay una necesidad imperiosa de actuar, cambiando el modelo productivo hacia nuevos escenarios. Para ello será fundamental el fomento de la edificación sostenible como respuesta a los retos actuales tanto económicos como ambientales y sociales. Dentro de los indicadores que definen a la edificación sostenible, la eficiencia energética durante el uso de los edificios es quizá el más conocido, puesto que el uso de energía en los edificios durante su vida útil supone el mayor impacto ambiental del edificio (afecta al cambio climático y al agotamiento de fuentes de energía no renovable, amén de al bolsillo de los usuarios).
De hecho, ha habido una transformación radical de la normativa en nuestro país para cumplir con los objetivos estratégicos de la Unión Europea para combatir el cambio climático y reducir nuestra dependencia energética. Las directivas europeas se han traducido en la aparición de los certificados de eficiencia energética, la estrategia nacional de rehabilitación del parque, las sucesivas actualizaciones de CTE; o la más reciente definición del edificio de consumo casi nulo. Sin entrar en la discusión sobre la mejor o peor implementación de estos instrumentos, lo cierto es que se ha avanzado mucho en materia de comportamiento energético de los edificios.
Aspectos menos conocidos
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