Es indudable que la seguridad y salud se ha convertido en un aspecto importante a la hora de ejecutar una obra. Es una preocupación de todo el sector intentar que día a día se integre la seguridad en la producción e ir reduciendo la accidentabilidad de la construcción, que es uno de los indicadores más utilizados para ver su evolución. Sin embargo, pese a este esfuerzo, la construcción continúa con unos índices de accidentabilidad que no son admisibles.
Si se analizan los datos desde el año 2007, se puede comprobar que ha mejorado el comportamiento de la accidentabilidad en general, aunque desde el año 2014 ésta ha sufrido un pequeño repunte. El índice de incidencia en la construcción (indicador que relaciona el número de accidentes ocurridos con el número de trabajadores del sector) es el más alto de todos los sectores productivos en España, pese al fuerte descenso que se ha producido en los últimos diez años con datos registrados.
A pesar del esfuerzo que el sector ha realizado últimamente, con medidas como la implantación, de manera pionera, de la formación obligatoria por oficio a los trabajadores del Convenio General del Sector de la Construcción (CGSC) -muchos convenios han seguido la misma senda: metal, madera, minería, etc.-, continúan unos índices de accidentabilidad que no son admisibles y que hacen necesario continuar trabajando para minimizarlos.
Además de la publicación de estos convenios, también han ayudado a la mejora de la evolución de los datos de accidentabilidad: la promulgación de la Ley de Subcontratación, la mayor concienciación de grandes promotores públicos y privados, la mejora de procesos y medios por parte de grandes y medianas empresas constructoras, el aumento de la presión por parte de la Inspección de Trabajo, la mayor experiencia de los técnicos de prevención de obras y coordinadores de seguridad y salud, etc.
Curiosamente, centrándonos en los datos de los últimos años, cuando se analizan las cifras por comunidades autónomas, se detecta una gran dispersión de los resultados: por ejemplo, sorprende el índice que presenta Islas Baleares, muy por encima del resto de territorios. Por ello debería hacerse un estudio más en detalle para profundizar en las causas de esa dispersión. En todo caso, en los últimos años, tal como se puede observar en los gráficos anteriores, los índices de accidentabilidad están aumentando. ¿Qué se puede hacer para reducirlos?
Cómo crear una verdadera cultura preventiva
•Integración de la prevención desde el proyecto. Se debe lograr que la parte preventiva del proyecto cobre la importancia que se merece, y que la prevención de riesgos laborales se integre de manera real en el diseño de un edificio o una infraestructura. La implicación de los promotores (la propia Administración Pública es el primer promotor), proyectistas, colegios profesionales, etc. son fundamentales en esta labor. La construcción 4.0, que ya es una realidad con la aparición de la metodología BIM o el mayor uso de prefabricados en la edificación, ayudarán sin duda a la consecución de este objetivo. Y, si la obra no tiene proyecto, se deberá realizar una buena planificación, con especial cuidado para evitar accidentes fatales en nuestras obras.
También es necesario recordar al proyectista que, al diseñar la obra, debe pensar en su ejecución y en su futuro mantenimiento. Hay que recalcar que el promotor, al seleccionar la empresa contratista, debe asegurarse de que dicha empresa tomará las medidas necesarias para que los trabajadores trabajen seguros y que, cuando seleccione al coordinador de seguridad y salud en fase de ejecución, debe asegurarse de que es especialista en estos trabajos y que dedicará el tiempo necesario a sus funciones.
•Fomento de la integración de la prevención en la planificación de la obra, pensando cómo ejecutarla de manera segura. Es necesario llevar un control de esa planificación durante su ejecución. Naturalmente, todos los integrantes de la obra deben conocer estos procedimientos seguros.
•Mejora de la formación en seguridad y salud de los agentes intervinientes en la obra:
-Incremento de la formación sobre seguridad y salud en los estudios universitarios del sector. Así, los futuros proyectistas, promotores, directivos, director de proyectos, asistencias técnicas, asesores, coordinadores, prevencionistas, jefes de obra, etc. tendrán más conocimiento preventivo.
-Aumentar la formación dirigida a profesionalizar a los trabajadores: para evitar accidentes, es necesario que nuestros trabajadores conozcan el oficio y aprendan a trabajar de forma segura. Poco a poco se deben aumentar las plazas formativas de FP y Certificados de Profesionalidad del sector, integrando producción y prevención en origen.
-Concienciación a los alumnos en edad escolar sobre la importancia de las medidas preventivas en cualquier trabajo. Así conseguiremos una verdadera cultura preventiva de la sociedad. La Fundación Laboral ya trabaja en este sentido poniendo su granito de arena a través del programa ‘Seguridad más cerca de la escuela’, en el que el pasado año participaron más de 4.400 niños y niñas de primaria.
-El sector debe seguir apostando por mejorar la formación preventiva de empresarios y trabajadores, tanto en frecuencia como en calidad. Se debe tender a una formación de seguridad y salud más práctica y más periódica. Como decía un antiguo proverbio chino “Lo que oigo, lo olvido; lo que veo, lo recuerdo; lo que hago, lo aprendo”. Se debe incrementar la formación con actividades prácticas, de manera continua y con herramientas que ayuden al alumno a recordar lo aprendido, como los “juegos serios”, tanto en la formación de los riesgos del trabajo como de los equipos de trabajo empleados.
También se debe poner énfasis en los mandos intermedios y ayudarles a adquirir “habilidades blandas”: trabajo en equipo, comunicación, liderazgo, etc.
-Concienciación continua: las “charlas de 5 minutos” al día son muy recomendables para recordar a los trabajadores que la obra cambia cada día y que hay que tomar conciencia de los riesgos y las medidas preventivas a diario.
Concienciar al empresario y al trabajador: para ellos, es necesario incrementar las campañas de sensibilización en materia de PRL en el sector.
•Divulgación de las novedades técnicas. Poco a poco se van desarrollando máquinas, equipos de trabajo, protecciones individuales y colectivas más seguras. Las administraciones públicas, los Servicios de Prevención Ajenos y la Fundación Laboral de la Construcción, entre otros, deben trabajar para trasladar estas innovaciones al empresario, a los jefes de obra, a los técnicos de prevención, etc., y éstos a las obras.
•Mayor apoyo y concienciación a las pymes también desde las administraciones públicas, los Servicios de Prevención Ajenos y la Fundación Laboral de la Construcción, para ayudar a integrar la seguridad y salud en su proceso constructivo: asesorando en materia de prevención de riesgos laborales, visitas informativas en las obras, divulgación de novedades en jornadas, etc. La labor de los inspectores de trabajo y técnicos de PRL de las CCAA puede ser muy importante.
Además de la seguridad, el sector debe poner énfasis en afrontar los nuevos retos en la salud: análisis de aspectos psicosociales (estrés, etc.) ergonómicos (para evitar sobreesfuerzos, el accidente más habitual) e higiénicos (evitar futuras enfermedades profesionales: sílice cristalina, polvo, ruido, vibraciones…), etc. La Fundación ha elaborado distintas herramientas para informar y sensibilizar sobre estos aspectos. También hay que poner el foco en la gestión de la edad de las personas trabajadoras del sector, donde, por una parte, los jóvenes se incorporan con poca experiencia y, por otra parte, los experimentados trabajadores están próximos a su jubilación. En ambos rangos de edad se tiende a una mayor accidentabilidad.
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