La iniciativa Nueva Bauhaus Europea está movilizando parte de los fondos de reconstrucción tras la pandemia para fomentar la rehabilitación del patrimonio arquitectónico y conseguir un entorno construido de alta calidad, en consonancia con los principios del sistema de calidad de la cultura de construcción (Baukultur) de Davos, las recomendaciones del grupo de expertos MAC y los Principios de calidad revisados del ICOMOS para intervenciones financiadas por la UE con potencial impacto sobre el patrimonio cultural. Pero, ¿cuáles han de ser los criterios de intervención y qué técnicas han de emplearse para efectuar una correcta intervención sobre el Patrimonio Edificado?
El paradigma de la construcción ha cambiado en los últimos años, no podemos seguir construyendo obras nuevas en el extrarradio de las ciudades, consumiendo recursos y generando residuos, necesitamos rehabilitar nuestro parque edificado. La rehabilitación es la alternativa más sostenible; como nos recordó Hubert-Jan Henket, “el edificio más verde es el que ya existe” y su rehabilitación debe realizarse con el mayor respeto al Patrimonio Arquitectónico.
Antes de intervenir en una fachada debemos conocer su funcionamiento, que va a depender del periodo histórico de su construcción. Desde los orígenes de la arquitectura, las fachadas han sido gruesos muros estructurales que nos protegían del ambiente exterior con inercia térmica, y cuya composición y ornamento configuraban la imagen exterior del edificio. Con la llegada del s. XX y la madurez de la industria siderúrgica y del hormigón, aparecieron las primeras fachadas de vidrio y la diferenciación entre estructura y fachada. Las fachadas de fábrica dejaron de ser estructura y pasaron a apoyarse en esta y nació la fachada libre, el muro se desdobló en hojas para alojar cámaras de aire, que fueron posteriormente rellenadas con aislantes térmicos surgidos del desarrollo de la industria química tras la Segunda Guerra Mundial.
Los edificios se componen de estructuras, envolventes, instalaciones y acabados interiores, su construcción se realiza en ese orden, y su renovación suele realizarse en el orden inverso. Los primeros elementos que exigen su renovación son los acabados interiores, a veces por desgaste, otras por cambios de uso; los siguientes son las instalaciones, los avances tecnológicos en muchos casos aceleran la renovación de las instalaciones antes de llegar a su fin de vida para mejorar los servicios del edificio. Los elevados costes de rehabilitación de las fachadas posponen su ejecución hasta que se llega a un elevado deterioro, o hasta que la mejora de sus prestaciones técnicas se vuelve prioritaria para reducir los consumos energéticos. La estructura es el elemento que tiene mayor durabilidad y cuya renovación conlleva mayores complicaciones, por lo que es la última en acometerse.
Las fachadas que hoy nos toca rehabilitar fueron construidas en otras épocas, con diferentes tecnologías y con menores requerimientos funcionales. Las fachadas de las nuevas edificaciones deben satisfacer unas mayores exigencias de estanquidad al agua y al viento, y de aislamiento térmico y acústico para los cumplimientos de los requisitos de habitabilidad y ahorro de energía. En el caso de la rehabilitación, las intervenciones que realicemos sobre fachadas existentes deben realizarse con el necesario compromiso entre la mejora de prestaciones técnicas y el respeto al valor patrimonial del edificio.
La primera fase de la rehabilitación son los estudios previos para diagnosticar el proceso patológico que afecta a la fachada. En un primer momento se realiza una inspección ocular de los daños, aunque en algunos casos puede ser necesario realizar algún tipo de ensayo para analizar correctamente el alcance de los daños.
Las fachadas se componen de partes ciegas y huecos, su diferente composición y función conlleva la aparición de diferentes deficiencias. Las partes ciegas pueden sufrir daños causados por acciones mecánicas o por agentes exteriores (meteoros, agentes biológicos o contaminación). Los daños mecánicos pueden aparecer por la pérdida de prestaciones mecánicas de los materiales o por la aparición de acciones excepcionales. Los elementos de madera pueden sufrir pudriciones en zonas con humedad y poca ventilación, y con el paso de los años sufrirán deformaciones por acción del efecto creep. Los elementos de acero de fachada sufren pérdidas de sección por corrosión cuando pierden sus capas protectoras.
La aparición de daños por agentes exteriores es diferente en función del material constituyente. La durabilidad de los sillares de piedra va a depender de su porosidad y composición mineralógica, los granitos y mármoles tienen bajas porosidades que los hacen resistentes a la humedad, sin embargo, la contaminación de las ciudades produce costras que atacan a su superficie; las calizas y areniscas, normalmente utilizadas para las zonas con un mayor ornamento por su menor dureza, tienen una mayor porosidad, lo que provoca erosiones y desprendimientos. La durabilidad de las cerámicas es función de la porosidad y depende de la temperatura de cocción en la fabricación, elevadas porosidades provocan la absorción de agua y problemas de heladicidad en climas con fríos inviernos. Las fábricas enfoscadas o revocadas sufren ensuciamientos por contaminación, agrietamientos por movimientos térmicos o mecánicos y desprendimientos por humedad. Los aplacados pétreos y alicatados cerámicos sufren pérdidas de adherencia por fatiga del adhesivo tras los ciclos de dilatación y contracción térmica.
Los elementos de hormigón armado sufren la corrosión de las armaduras de refuerzo, que aparece con la carbonatación del hormigón y se acelera con la humedad y la presencia de cloruros de los ambientes marinos. La fachada del edificio de Laboratorios de El Encín es uno de los ejemplos de fachada construida con paneles prefabricados de hormigón con paneles flexibles realizados por Miguel Fisac.
El edificio se construyó en 1974, y en el año 2014 comenzamos con la redacción del proyecto de rehabilitación del edificio tras el deterioro de la fachada. Realizamos una primera campaña de ensayos que consistió en la extracción de testigos para analizar la carbonatación del hormigón, comprobación de armados y recubrimientos con pachómetro, y análisis químicos para analizar la composición del hormigón. Las conclusiones de los ensayos previos fueron que la carbonatación ya había llegado a las armaduras y que los contenidos de cloruros de los aditivos utilizados en la obra original estaban acelerando la corrosión del acero.
Los huecos se cierran con carpinterías que acaban sufriendo fallos prestacionales, como pueden ser la aparición de humedades y filtraciones de aire y ruido por desajustes de sus elementos componentes. Especial mención hay que hacer a los cajones de persiana, las aberturas necesarias para su funcionamiento son puntos por los que se producen filtraciones que menoscaban gravemente el aislamiento térmico de las fachadas.
Los criterios de intervención en el Patrimonio Edificado deben ser coherentes con los indicados en la Carta de Cracovia, según los cuales las intervenciones deben mantener la autenticidad e integridad del edificio original, así como prestar atención a todos los periodos históricos por los que haya pasado el edificio. Se recomienda evitar las reconstrucciones en el estilo original.
El Matadero Municipal de Villa del Prado fue construido en el año 1920 con fábricas mixtas de ladrillo y mampostería de estilo neomudejar. El edificio original fue ampliado en los años 80 con un muelle de carga y un cuerpo de aseos construidos imitando las fábricas originales, pero con chapados en vez de con fábricas macizas, a la vez que se encalaron algunos tramos de las fábricas originales por requisitos sanitarios.
Las modificaciones de las condiciones sanitarias de los mataderos y el crecimiento del pueblo dejaron el edificio inservible, por lo que quedó abandonado a finales de los años 90. En el año 2009 redactamos el proyecto de rehabilitación y conversión en Biblioteca y Centro de Nuevas Tecnologías, el proyecto contempló la eliminación de los añadidos y la ampliación del edificio para alojar los nuevos usos.
Los materiales empleados para las ampliaciones fueron revocos de cal y cubierta de zinc acordes a los materiales y usos originales, para evitar los problemas de composición que generaría la apertura de nuevos huecos de iluminación y ventilación de fachada, estos fueron protegidos mediante celosías de lamas de madera verticales, de tal manera que las zonas ampliadas sean claramente reconocibles y con técnicas actuales. Las fábricas originales fueron rehabilitadas mediante la eliminación de los encalados y la reparación de las fábricas vistas mediante sustitución de ladrillos dañados y rejuntados.
La Carta de Cracovia incide en que las técnicas de intervención deben estar vinculadas a la investigación multidisciplinar sobre materiales y tecnologías, deben ser probadas y comparadas con otras técnicas para elegir la que mejor se adecúe a las necesidades reales de conservación. La intervención propuesta debe respetar la función original, asegurar la compatibilidad con los materiales existentes y ser reversibles.
Las técnicas de reparación son diversas en función de los materiales sobre las que se aplican, las limpiezas previas pueden realizarse con proyección de chorro de arena o agua, y la piedra puede también limpiarse con láser.
Los elementos metálicos deben protegerse de la corrosión mediante la aplicación de nuevas capas de pintura tras eliminar las capas de óxido y comprobar que no ha habido elevadas pérdidas de sección.
Los revestimientos continuos pueden ser sustituidos por nuevos enfoscados o revocos lo más parecido posible a los originales para asegurar la compatibilidad con las fábricas históricas, como la realizada en la fachada de la iglesia de Montserrat en Madrid.
El hormigón es el material con más difícil reparación. Su degradación se origina principalmente por la corrosión del acero interior, la elección del tipo de tratamiento dependerá del grado de corrosión de las armaduras. Para parar la corrosión puede valer con la aplicación de recubrimientos inhibidores de la corrosión, en los casos en los que se quiera mantener el hormigón original hay que recurrir a la protección catódica para parar la corrosión de las armaduras.
Otro tipo de intervención son las reparaciones del recubrimiento, que consisten en el picado del hormigón, pasivado de armaduras y la colocación de un nuevo recubrimiento de mortero de reparación que debe parece lo máximo posible al hormigón original.
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Este artículo completo aparece publicado en el nº 586 de CIC, págs. 60-62.
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