El concepto de accesibilidad universal ha evolucionado y es mucho más amplio hoy en día que hace unas décadas. Todas las comunidades autónomas cuentan actualmente con normativa propia de accesibilidad. Sin embargo, este hecho no ha conllevado la realización de espacios edificados inclusivos donde se permita el uso y disfrute de los mismos por cualquier persona, tenga o no discapacidad, lo que indica que algo ha fallado en todo este tiempo. Es importante implantar y promover la accesibilidad en los edificios del mismo modo que se tienen en cuenta los criterios de eficiencia energética, seguridad, etc., porque está cada vez más demostrado que supone un valor añadido, aumenta su calidad y se da respuesta a una necesidad básica y prioritaria para ciertos colectivos de la población.
Accesibilidad universal es la condición que deben cumplir los entornos, procesos, bienes, productos y servicios, así como los objetos, instrumentos, herramientas y dispositivos, para ser comprensibles, utilizables y practicables por todas las personas en condiciones de seguridad y comodidad y de la forma más autónoma y natural posible. Presupone la estrategia de “diseño universal o diseño para todas las personas”, y se entiende sin perjuicio de los ajustes razonables que deban adoptarse.
Así define el Real Decreto Legislativo 1/2013, por el que se aprueba el Texto Refundido de la Ley General de Derechos de las Personas con Discapacidad y su Inclusión Social, el concepto de accesibilidad universal y la importancia que tiene su aplicación en la actualidad. Debemos destacar, para empezar, que en materia de accesibilidad se está trabajando en España desde los años 80 en lo que en un primer momento se llamó “eliminación de barreras arquitectónicas”, un primer impulso que supuso un avance en la concepción del acceso de las personas con discapacidad a la participación social. Si bien es cierto, este primer enfoque estaba muy dirigido únicamente a personas con discapacidad que tenían movilidad reducida y eran usuarias de sillas de ruedas.
Hoy día, en pleno siglo XXI, el concepto de accesibilidad universal es mucho más amplio y ha evolucionado ya que la accesibilidad no solo se entiende como algo que se destina única y exclusivamente a personas con discapacidad, sino que se trata de una mejora integral en el diseño de entornos, procesos, productos y servicios, considerándose beneficiosa para toda la sociedad ya que genera igualdad de oportunidades tanto en el acceso y el uso como en la participación de toda la población, independientemente de sus capacidades, discapacidades, necesidades especiales o características personales.
Con esta política que comenzó hace algo más de 30 años, hemos de destacar que sí se ha avanzado de un modo diferenciado y positivo en materia de accesibilidad física, teniendo cada vez una mayor implantación al tratarse de un tipo de accesibilidad más “visible”. A esto se le une que las comunidades de vecinos cada vez son más conscientes de la necesidad de realizar mejoras en los edificios para facilitar el acceso, aunque ello no significa que su aplicación sea la idónea ni que se haga de forma correcta y ágil, ya que aún persisten demasiadas carencias en materia de accesibilidad en estos entornos. Además, estos criterios de accesibilidad física están implementados en numerosas normas y textos legislativos propios de la edificación, como es el Código Técnico de la Edificación.
Desde el inicio del proyecto
Pero hay que tener siempre presente que la accesibilidad no solo responde a una cuestión física y de acceso a los espacios, ya que también existe, y al mismo nivel de prioridad e importancia, la accesibilidad sensorial, cognitiva, tecnológica, actitudinal, etc. En estos ámbitos, las carencias normativas son destacables y suelen ser muy pocos los edificios que cuentan con estos tipos de accesibilidad implementada, aunque se va consiguiendo de forma paulatina que cada vez sean más los entornos que cuentan con bucles magnéticos, señalización táctil, podotáctil, información visual, orientación espacial, etc. Estas cuestiones, si bien son más fáciles de corregir en un edificio existente, es necesario que se planteen desde el inicio del proyecto para que sean más fáciles de integrar en el diseño, no supongan un encarecimiento del presupuesto y no se entiendan como medidas superpuestas. Si las mejoras se realizan a posteriori, llevarán asociadas un encarecimiento del mismo y una mayor problemática a la hora de aplicar la mejor solución de accesibilidad.
También hay que destacar el gran vacío existente en la accesibilidad en el patrimonio histórico-artístico, ya que son escasas las menciones que se hacen al respecto tanto en la normativa específica de patrimonio como en la normativa específica en accesibilidad. En el caso de intervención en entornos patrimoniales, es muy importante tener un especial cuidado en respetar ambos ámbitos, el patrimonial y el del derecho de las todas las personas a participar de la cultura y el patrimonio. Hay que tener en cuenta que, en estos casos, la accesibilidad se debe aplicar con un mayor grado de coherencia y no solamente limitarse a lo que indica la normativa, sino a las buenas prácticas de la accesibilidad y a lo que permita el entorno en cuestión, pudiendo establecer medidas alternativas o excepcionales, según el caso.
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