La concienciación sobre la importancia de las viviendas sostenibles es cada vez mayor entre los ciudadanos. De hecho, el 57% de los compradores de viviendas estaría dispuesto a pagar más por una casa sostenible (de acuerdo con el Observatorio Aedas Homes Junio 20221) y a desembolsar un 13,1% más por una vivienda eficiente y respetuosa con el medio ambiente.
En euros, la cifra supone que los futuros compradores llegarían a pagar 23.900 euros más por una casa sostenible, según el valor medio de las transacciones inmobiliarias de vivienda libre del Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana (Mitma).
En un contexto de subida de precios de la energía, las casas eficientes suponen un ahorro de consumo energético que se refleja en la factura y, además, muestran un mayor respeto por el medio ambiente.
Por todo ello, la Plataforma Passivhaus, asociación sin ánimo de lucro que engloba a profesionales, empresas y expertos en el campo de la eficiencia energética en la edificación, recomienda a quienes vayan a adquirir una vivienda valorar los siguientes aspectos para medir la sostenibilidad de la misma:
1.- Consumo energético: es fundamental fijarse en el consumo energético real, es decir, el que se monitoriza mejor que el calculado. En este sentido, los proyectos Passivhaus garantizan que lo proyectado se corresponde con el comportamiento real del edificio y, por ello, a menor consumo, mayor sostenibilidad.
En estos momentos, demandar que la vivienda tenga una calificación energética A sería el máximo según la normativa nacional, pero dentro de esa letra caben diferentes niveles de exigencia y contar con sello de sostenibilidad (Breeam/Verde) o con un sello de alta eficiencia energética (Passivhaus) sería lo ideal de cara a tener una garantía.
2.- Procedencia de la energía: los edificios siempre van a necesitar energía, pero esta puede proceder de fuentes más o menos sostenibles. No es lo mismo utilizar carbón/petróleo que renovables (eólica/hidráulica/fotovoltaica).
De esta forma, los usuarios de la vivienda pueden cambiar sus contratos y comercializadoras a empresas que trabajan con fuentes de energía renovable, o incluso optar por sus propias instalaciones de producción renovable para autoconsumo.
3.- Materiales: existen materiales más o menos sostenibles. Muchos materiales de construcción cuentan con una Declaración Ambiental de Producto (DAP) que indica su sostenibilidad (en todo el ciclo de vida).
También existen variables adyacentes a los materiales que valorar, especialmente su procedencia. Es decir, si son materiales de proximidad o incluso reciclados.
4.- Racionalidad: se trata de valorar las necesidades reales y cubrirlas con lo mínimo o de la manera más eficiente posible. De hecho, este debería ser un ejercicio para practicar más por parte de los usuarios. Es decir, para una inversión determinada en la vivienda, valorar si es mejor contar con más metros cuadrados o invertir ese dinero en mayor espesor de aislamiento.
“Passivhaus contribuye a la sostenibilidad energética, a través de la reducción drástica de las demandas, pero también haciendo factible y realista, el cubrir todas esas demandas a través de fuentes de energía de origen renovable. A la hora de adquirir una vivienda es clave valorar certificaciones exigentes en cuanto a eficiencia energética como Passivhaus que reduce la factura energética, y contribuye por tanto, a luchar contra la pobreza y la hipoteca energética de las familias, a la vez que protegemos el medio ambiente”, comenta Arturo Andrés Jimenez, presidente de la Plataforma Passivhaus.
Según indican desde la Plataforma Passivhaus, “construir edificios Passivhaus es más barato que construir edificios convencionales puesto que la sobreinversión inicial necesaria -que está estimada entre el 3% y el 10% en función del tipo de proyecto- se recupera en los primeros años de uso del edificio debido a los grandes ahorros energéticos que se obtienen, contando a partir de entonces con un ahorro constante y resultando en un edificio mucho más económico al final de su vida útil”.
Para ponerlo en magnitud, el gasto de climatización de estos edificios, referido al consumo energético y antes de impuestos, se sitúa en torno a 1,5 euros por metro cuadrado al año, es decir que para una vivienda de 100 m2 ronda los 150 euros al año.
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