El Hivernacle del Parc de la Ciutadella es un ejemplo relevante de una tecnología constructiva nueva, que aparece y se desarrolla a raíz de la revolución industrial: la llamada arquitectura del hierro. En el contexto de la construcción del Eixample, Josep Fontseré idea el proyecto de urbanización del primer parque público de la ciudad donde este edificio, en combinación con el Umbracle y el Museo Martorell, confieren su vertiente más científica.
El primer invernadero proyectado y construido por Fontseré, de una estructura mucho más simple, quedó muy dañado a raíz de una granizada y por eso fue derribado y se proyectó y levantó el actual por parte del arquitecto Amargós. Este edificio se inaugura durante la Exposición Universal de 1888. La composición de volúmenes de fachada, texturas, acabados y colores son iguales tanto en el interior como en el exterior.
Los muros se realizaron con fábrica de ladrillo manual, revestidos con un estuco de cal y arena. La base del edificio está formada por un zócalo corrido macizo. Sobre el mismo, se levantan ocho pilares de obra: en las esquinas cuatro pilares forman un ángulo y otros cuatro enmarcan las aberturas de las dos puertas que dan acceso a cada nave por el lado más largo.
Por encima de las ventanas en arco, la pared queda dividida en diferentes paneles del ancho de las ventanas enmarcados por molduras de diferente sección. Sobre ésta se encuentra una escocia perimetral en la que se apoya la claraboya. En la nave central hay dos arcos revestidos de fábrica de ladrillo, estucados en cal y divididos en paneles por ambas caras, que esconden unas cerchas de acero. Encontramos las carpinterías de hierro en las grandes aberturas corridas a lo largo de todas las paredes de cada nave y también en las claraboyas, así como vigas y cerchas.
Muchas han sido las vicisitudes de este edificio a lo largo del tiempo que han afectado tanto a su estructura, pero sobre todo a su aspecto exterior. Ha tenido múltiples usos, así como abandonos en el tiempo, y también ha sufrido diversas restauraciones debido a su fragilidad. En esta última restauración se ha querido recuperar la imagen original del edificio inaugurado en 1888, resolver las patologías que habían aparecido a lo largo de su historia, aparte de mantener las funciones de invernadero para las que se diseñó. Se empezó por ir sacando, capa a capa, las actuaciones pictóricas pasadas que habían ido enmascarando el edificio. Se trataba de recuperar todo lo original y analizar materiales y colores, siempre restaurando con materiales y técnicas tradicionales y hacer las reproducciones pertinentes en el caso de no encontrar restos en la obra.
En este sentido, fue especialmente relevante el descubrimiento del hecho de que la decoración pictórica era obra del artista plástico del momento Alexandre de Riquer. Aparte de aportar valor a las decoraciones, nos permitió tener información para poder trabajar algunas lagunas encontradas después de hacer un vaciado de sus archivos. Una vez que todas las pinturas estuvieran decapadas, se sacaron plantillas y seguidamente, después de un exhaustivo estudio de las pinturas y de las fotografías antiguas, se descubrió que había un ritmo de paneles que se reproducían según un patrón. Se trabajó en la restauración de todos los paneles existentes y en el caso de las lagunas con la reinterpretación de decoraciones según sus dibujos siempre siguiendo las mismas técnicas y materiales originales.
Paralelamente, se hizo un estudio de color, extrayendo muestras para poder encontrar los colores y materiales originales. Especialmente relevante fue el hallazgo del verde de las carpinterías, muy habitual en otros invernaderos contemporáneos al nuestro pero tan diferente a la imagen que estábamos acostumbrados.
Se hizo un análisis estructural de todo el edificio que permitió diseñar las actuaciones de las reparaciones pertinentes. En el caso de la Nave Central, y dado el conocimiento del mal estado de las cerchas de acero, éstas se sanearon en toda su integridad para poder garantizar la estabilidad del conjunto. Aquí, y dado el buen estado de muchos de los paneles y su autoría, se hizo la propuesta de su extracción, como antiguamente se había hecho con las pinturas de Taüll con la técnica del strappo. En estos casos, el proceso comenzó por la cubrición con una tela con adhesivo. Después se separó el reboco del ladrillo, puesto del revés se aplicaba otro adhesivo, esta vez en la parte de atrás, y se fijaba el panel en un soporte. Entonces, se sacaba la tela de delante y se dejaba el dibujo a la vista.
Entonces se saneaba la estructura de acero haciendo las reparaciones pertinentes, se imprimaba con pinturas protectoras y se cerraba la zona. Sobre ésta, los albañiles reproducían de nuevo la estructura que la rodeaba en origen, trabajando de dos maneras: con la recolocación de los paneles previamente restaurados y con la reproducción de paneles siguiendo las plantillas antes calcadas de dibujos originales. Para eliminar una de las causas de las patologías del invernadero causadas por el agua, se diseñó un nuevo sistema de evacuación de las aguas con unos bajantes vistos por el interior.
Para la mejora del uso de invernadero, se ha diseñado todo un sistema de motorización de ventilaciones automatizadas, combinando aberturas en claraboyas y carpinterías, para permitir diferentes condiciones climatológicas. Dadas las características patrimoniales de este proyecto, se ha trabajado con un equipo multidisciplinar de diferentes técnicos donde destacan los restauradores, así como los historiadores del arte. Este trabajo nos ha permitido recuperar el invernadero en todo su esplendor original. Además, se ha estado en contacto en todo momento con los diferentes departamentos de patrimonio del Ayuntamiento de Barcelona y de la Generalitat de Catalunya para ir validando las actuaciones que se debían seguir en función de la evolución de la obra.
CréditosProyecto Marc Trepat i Marta Urbiola, arquitectos BTA Arquitectura SLP |
Dirección de obra Jordi Morros Cardona, arquitecto Ondara Arquitectura SLP |
Colaboración dirección de obra Marta Urbiola, arquitecta Mercè Marquès, restauradora Eduard Simó, cálculo de estructuras |
Estudio histórico artístico de los plafones decorativos Fátima López i Daniel Pifarré, GRACMON, Universitat de Barcelona |
Dirección de ejecución Dídac Dalmau, arquitecte técnico Dalmau Morros SLP |
Coordinación Seguridad y Salud Joan Miravet ACS Coordinación SLP |
Constructora. UTE RIGEL OVER-DESMONTES ROMERO Jordi Batllori, jefe de grupo Carlos Gil, jefe de obra Noemí Bernal, jefe de producción Simón García, encargado de obra |
Restauración Ideart Restaura |
Industriales Industrial Vidriera Catalana (vidrieras) Derivats d’hivernacle (cerrajería y agua nebulizada) Urucol Zinc (canales y bajantes) Moix (jardinería) |
“Cada visita de obra era un verdadero taller de propuestas y estudios para poder tomar la mejor decisión”, Marta Urbiola
La rehabilitación del Hivernacle de la Ciutadella implicó un trabajo meticuloso para recuperar su imagen original y resolver diversas patologías estructurales. ¿Podría detallarnos cómo equilibraron la conservación de elementos históricos con la incorporación de tecnologías modernas para asegurar la funcionalidad y durabilidad del edificio?
Se trabajó en la restauración del edificio siempre con técnicas y materiales originales. Se hizo un trabajo de investigación de otros invernaderos históricos y se confirmó que podían convivir instalaciones modernas en edificios patrimoniales de las mismas características. Se aplicó este mismo criterio a nuestro edificio. Se adaptaron las nuevas instalaciones como una capa más, pasándola por los elementos estructurales, mimetizando su color para hacerla lo menos aparente posible. En el caso de los motores de las claraboyas, se buscó el elemento más pequeño del mercado.
Ha sido un trabajo en la que se han necesitado muchos colaboradores especializados, tanto en fase de proyecto, pero sobre todo en fase de dirección de obra, cuando las cosas han de ser realmente realizadas. Cada visita de obra era un verdadero taller de propuestas y estudios para poder tomar la mejor decisión. El resultado está a la vista, se ha conseguido restaurar un edificio histórico que, aparentemente, se ve como el día de su inauguración, pero si nos fijamos bien, contiene toda una serie de elementos tecnológicos que lo convierten en un invernadero del siglo XXI.
Dado que el proyecto requirió la colaboración de un equipo multidisciplinario y la coordinación con diferentes departamentos de patrimonio, ¿cuáles fueron las principales dificultades y aprendizajes en la gestión de estos aspectos colaborativos, y cómo influyeron en el resultado final de la rehabilitación del Hivernacle?
Una restauración tan compleja como la del Hivernacle, siempre requiere de un equipo multidisciplinar que aporte su máximo conocimiento en su disciplina. Se trata siempre de encontrar una solución conjunta para cada caso, siempre respetuosa con el edificio pero a veces con alguna renuncia.
Es el caso de las cerchas de la nave central, donde está claro que la mejor solución para los paneles era no desmontarlos y restaurarlos in situ, se tuvo que modificar esta solución para poder acceder a ellas para la restauración del acero. Por tanto, se buscó la mejor metodología para la extracción y posterior recolocación de los paneles. Dado el valor y el buen estado de las decoraciones, el restaurador de la obra nos propuso hacer una prueba de extracción con la técnica del strappo para estudiar la viabilidad. Con esta prueba vimos que era factible y se hicieron las extracciones de los paneles en buen estado de conservación: aplicación de colas y telas, separación del soporte resistente, colocación sobre un nuevo soporte, recolocación y restauración definitiva. En el caso de las instalaciones, se tuvo que trabajar pensando muy bien su ubicación para que entorpecieran lo mínimo posible las decoraciones florales.
Nuestra obra estaba viva y se iban descubriendo día a día nuevos elementos que hacían replantear continuamente nuestro proyecto con el problema añadido de tener que mantener un presupuesto sin sobresaltos. Con los diferentes departamentos de patrimonio se trabajó siempre como uno más del equipo y con el estudio de propuestas conjuntas para su validación antes de la toma de decisiones finales.
Ciertamente, coordinar a todo el equipo fue un trabajo arduo pero muy interesante, pues cada especialidad significa un nuevo know-how que, a veces, ponía en entredicho la necesidad de respetar la parte patrimonial del edificio, porque necesitábamos dotarlo de la tecnología necesaria para su perfecto funcionamiento. A veces pensamos que el patrimonio debe quedar tal y como se construyó en su momento, pero implementar tecnología y conseguir mantener la imagen original ha sido muy emocionante. |
Este artículo aparece publicado en el nº 595 de CIC, págs. 42 a 45.
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