Las previsiones apuntan a que la población urbana seguirá aumentando exponencialmente, por lo que el urbanismo, la manera que tenemos de ordenar los usos y el territorio, será, más aún si cabe, una tendencia transformadora y trascendental. Su control y su planificación han de ser capaces de definir y anticipar las mejores ciudades posibles. Y, como las ciudades son inventos ya “viejos”, hay que trabajar sobre lo existente para poder llevar a cabo esa transformación y que no se queden “obsoletas”.
La ciudad es un “invento” social, un ecosistema muy complejo entre entorno construido e interacciones humanas, caracterizado por el predominio de las actividades no primarias, pero muy dependiente de ellas. Un “invento” magnífico donde se concentra más del 60% de la población mundial y se genera el 80% del PIB, ocupando tan solo el 2% de la superficie del planeta, pero consumiendo, eso sí, más del 70% de la energía, generando más del 70% de los gases de efecto invernadero (GEI) y el 75% de los desechos sólidos.
“Los lugares comunes son el máximo exponente de ese espacio de intersección de los intereses del sector y la sociedad”
La complejidad se acentúa, precisamente, por el pulso interno entre lo vivo y lo inerte, entre el movimiento y lo estático. Un pulso que debe equilibrar el continuo trasiego generado por los flujos e interacciones de personas -que, además, evoluciona en hábitos, usos y costumbres-, y de mercancías, con su entorno construido. Un pulso que debe alojarse en las estructuras “fijas”, definidas por ese entorno construido, un entorno con mayor dificultad por su propia naturaleza de permanencia para responder a los cambios con agilidad.
Por tanto, la ciudad hay que entenderla en esas dos escalas o dimensiones, la ciudad y su relación como “todo” frente a su entorno, del que depende en recursos, y la ciudad frente a sí misma. Y es en este diálogo interior donde las escalas vuelven a fragmentarse e interconectarse para favorecer tanto la movilidad como el encuentro y la propia actividad social y económica. Y, todo ello, supeditado a condicionantes externos y no controlables que incluyen variables como el clima.
De ahí la importancia de la rehabilitación, sobre todo, para avanzar en términos de eficiencia energética y mitigación de los efectos del cambio climático y, más allá, de la regeneración urbana profunda e integral, para adaptarnos con criterios, también sociales y económicos, de manera más holística y con mayor ambición y alcance y más probabilidades de éxito a futuro, apostando por un nuevo modelo de ciudad.
Son los lugares comunes, conformados por el espacio público y las dotaciones, donde se producen las interacciones sociales los que deben coser la trama urbana, los que deben servir para cohesionar la ciudad. Son lugares esenciales para entender el conjunto y para hacer de nuestras ciudades entornos sostenibles, saludables, innovadores, dinámicos, productivos e inclusivos.
“La arquitectura dotacional debe proporcionar seguridad y debe aportar a nuestros barrios beneficios y servicios bajo criterios de salud, cohesión y calidad”
Además, ante un cambio de época generalizado, donde todo está cambiando, donde casi todo lo que conocíamos y dábamos por hecho está cambiando, donde las nuevas tecnologías cuestionan y aceleran esos cambios, la capacidad que tengamos, de manera colectiva, de reaccionar y anticiparnos, adaptando nuestras ciudades, determinará, en gran medida, nuestro rol en la nueva sociedad.
Por otra parte, la mitigación y, por tanto, el alcanzar los objetivos de descarbonización, no es posible sin la intervención de la arquitectura (el sector de la edificación es responsable del 40% de las emisiones entre edificios e infraestructuras) como garante de la calidad y la belleza de esos lugares destinados a afianzar nuestro arraigo y confirmar nuestra memoria y nuestra identidad cultural, como reivindica la Nueva Bauhaus Europea en un planteamiento que quiere recuperar los valores culturales e intangibles más nobles inherentes al valor urbano, presentes en los lugares comunes.
Tenemos la misión y la responsabilidad compartida de trabajar alineados con la sociedad y el interés general para recuperar nuestro sentido en esta noble tarea. Ser útiles a la sociedad, conformarla, darle forma, adecuarla, soñarla y ejecutarla. Para lograrlo, es necesario establecer nuevas prioridades. Entre ellas, recuperar el sentido antropológico y cultural de la ciudad. Se necesitan estrategias estables, con mirada integral, que respondan a todo ello y marquen nuevos objetivos. El modelo urbano debe ser reinventado.
El Observatorio 2030 del CSCAE es el único instrumento multilateral de estrategia concertada para alinear esfuerzos y visión global y aterrizar metas en lo local, a través del compromiso compartido con expertos y con todos los agentes de la cadena de valor, integrados en sus grupos de trabajo. El único instrumento que está planteando ambición y espacio colaborativo desde una mirada transversal y sectorial, generando herramientas e invirtiendo en avanzar con paso decidido hacia una modernización del sector.
Sin socavar el derecho a la intimidad y la protección de los/as usuarios/as, el manejo de los datos, que ahora utilizamos para todo, debería poder servirnos para disponer de un mejor mapa de las necesidades de nuestros entornos urbanos y del parque residencial para dar respuestas cada vez más eficientes desde el sector y, quizás, también para argumentar cómo las ciudades son más productivas cuando sus habitantes son felices y están satisfechos y tienen un vínculo identitario con su entorno, porque se sienten seguros y sienten que éstas les devuelven parte de su esfuerzo en términos de calidad de vida y bienestar.
“Ante el contexto de los fondos Next Generation, no podemos dejar pasar la oportunidad de adaptar también esos espacios comunes y esas dotaciones de todos”
Ya sabemos que hasta un 80% de los factores que determinan nuestra salud están fuera del sistema sanitario. Son factores socioeconómicos que están inevitablemente unidos a los factores urbanos, porque existe la correlación directa entre barrios vulnerables (aquellos con mayores tasas de exclusión social, con mayor paro, con menor renta, con menor escolaridad, donde están las edificaciones de peor calidad, más ineficientes, donde hay menos zonas verdes y menos dotaciones culturales, escolares, sanitarias) y esperanza de vida y salud.
No es por casualidad. Nuestro entorno nos condiciona y determina en gran medida nuestras oportunidades y nuestra forma de vida. Pero tenemos la oportunidad, con el manejo de datos, de tener acceso y mapear esas zonas, analizar e interpretar para actuar con criterios objetivos, tomar decisiones valorizables y priorizar actuaciones que, sin duda, repercutirán en el beneficio social, pero también económico y medioambiental de la ciudad en su conjunto.
Desde el CSCAE, a partir del Foro Internacional de la UIA 2022 sobre vivienda asequible, se apostó por crear una herramienta abierta, en evolución, que fuese útil en la toma de decisiones, para comparar casos ejemplares, para tener contexto y poder acceder a indicadores y datos globales desde un solo lugar, que ayudase a generar conocimiento compartido y hacer de la digitalización el instrumento necesario para pensar que, juntos, somos más y mejores sólo si predicamos con el ejemplo (www.affordablehousingactivation.org).
La política de vivienda, entendida dentro del conjunto, resulta clave y determina otro aspecto fundamental por cuanto implica la necesidad de dar cobertura dotacional a la población que se asienta en esos desarrollos. Pensar en una arquitectura dotacional al margen de la política de vivienda no es eficiente, como tampoco lo es pensar en la movilidad al margen del urbanismo. La movilidad resulta clave como elemento de costura y determinante para ordenar flujos y espacios de relación. Queda claro que es en el urbanismo donde se integra toda esa toma de decisiones de manera coordinada y multidisciplinar. Queda clara la influencia de la vivienda en la arquitectura dotacional y el espacio público, y viceversa.
Los lugares comunes son el máximo exponente de ese espacio de intersección de los intereses del sector y la sociedad, donde se debe facilitar la convivencia, aspirar a la integración y el encuentro, favorecer la actividad económica, la innovación, la creatividad, el bienestar y los derechos de una sociedad madura y consolidada. La arquitectura dotacional debe proporcionar seguridad y debe aportar a nuestros barrios beneficios y servicios bajo criterios de salud, cohesión y calidad. La calidad no debe ser subjetiva. Debemos poner en valor el compromiso medioambiental, económico y social que, en armonía, debe regir las decisiones que nos afectan a todos.
La arquitectura dotacional, como la de vivienda, a pesar de necesitar estándares homogéneos, debe cuidar lo local, debe dar una respuesta a la identidad, al arraigo local, adaptarse al clima, mitigar sus excesos y adecuarse al lugar, mejorándolo si es posible. Debe incorporar nuevos criterios, ser exigente para responder de manera eficiente a los desafíos y estándares actuales, multifuncionales y flexibles, no solo ambientales, incluyendo también criterios que favorezcan la vida activa, los hábitos saludables, incorporando soluciones innovadoras y sociales en términos de accesibilidad, por ejemplo, en una sociedad con una población cada vez más envejecida y que tiene que ser inclusiva de acuerdo con los ODS. Irrenunciables.
El urbanismo de hoy está cambiando. Contamos con muchas herramientas que nos permiten analizar nuestra sociedad, que nos predicen tendencias, que nos analizan problemas, carencias… Está en nuestra mano resolverlas, anticipándonos y procurar avanzar hacia soluciones eficaces y medibles. El estudio de la evolución de los datos resulta clave para comprobar la eficacia de las soluciones. Para ello, hay que tener claros los objetivos, hacerse las preguntas adecuadas y buscar la información precisa. Sin sesgos ideológicos, bajo criterios técnicos.
Ante el contexto de los fondos Next Generation, que todos identificamos como oportunidad para rehabilitar nuestras viviendas y barrios, no podemos dejar pasar la oportunidad de adaptar también esos espacios comunes y esas dotaciones de todos, también desde una perspectiva económica, porque ese cuidado de lo común repercutirá en una revalorización de los activos inmobiliarios, oficinas, viviendas, locales…. Sirva de paradigma la operación Renazca, donde los propietarios se han puesto de acuerdo para actuar sobre el espacio público, para recuperar el valor de lo común que les otorga sentido de unidad.
Renaturalizar nuestras ciudades mitigará el efecto de la isla de calor y eso repercutirá en mejores paseos, parques y avenidas, más transitables, más saludables, más vivibles, y a su vez, sin duda, en la mejora de los barrios, de su comercio, de su transitabilidad y su disfrute y la revalorización de viviendas, negocios y resto de inmuebles. Está constatado desde el punto de vista científico, técnico y también económico.
Arquitectos, ingenieros, sociólogos, botánicos… tenemos que trabajar de manera conjunta y colaborativa para que las Administraciones incorporen parámetros, indicadores y datos que tengan en cuenta criterios técnicos ponderados que repercutan en la mejora de la toma de las decisiones en esos espacios y que se incorporen los impactos de las mismas. Confluyen intereses comunes y se trata de tenerlos en cuenta, analizarlos, ponerlos en valor, verificarlos… La interpretación de esos intereses debe ser colegiada y transparente para priorizar las acciones y las actuaciones urbanísticas.
Las dotaciones tienen que adaptarse a las necesidades presentes y futuras. Por ello, también la burocracia tiene que flexibilizar cuestiones como el cambio de uso o la agilización de los tiempos sin ir en detrimento de las garantías técnicas y la seguridad de los ciudadanos. La formación y la capacitación de los profesionales conllevan una responsabilidad que debe reflejarse en los procedimientos y debe ser garantista. No por ello ineficaz. La tecnología y la digitalización debe servir para ello. Estamos reconstruyendo valores y referentes y los lugares comunes son el reflejo de la sociedad que queremos, de la ciudad que queremos, del modelo de convivencia que queremos.
La famosa ciudad de los 15 minutos es nuestra ciudad mediterránea, nuestro barrio de toda la vida, ni más ni menos. Esos barrios de siempre donde el comercio, la educación la salud y la plaza configuran un espacio de convivencia conectado con el resto de la ciudad, pero autosuficiente. Reivindicar el barrio con criterios y servicios actualizados es lo más sensato, puesto que el barrio responde además a lo local de manera natural y simbiótica.
La ciudad es su población. Los ciudadanos deben reivindicar su uso y disfrute y los profesionales y agentes del sector debemos incorporar estos intereses en una planificación colectiva donde todos ganamos. Se trata de interiorizar y materializar acciones y realidades concretas que aporten valor al sector y, sobre todo, a la sociedad.
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Este artículo completo aparece publicado en el nº 588 de CIC, págs. 34-37.
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