Miguel Ángel Blanco Rodríguez, investigador del Departamento de Máquinas y Motores Térmicos de la UPV/EHU
Las políticas desarrolladas por la Unión Europea en los últimos años han impulsado el estudio de los elementos que componen la envolvente térmica de los edificios, de cara a obtener una reducción en su consumo energético y alcanzar el objetivo de construir edificios con consumo casi nulo e incluso productores netos de energía. En este contexto, resulta especialmente interesante el estudio de elementos constructivos que pueden aportar una mejora en la eficiencia energética de los edificios y que sin embargo no han sido hasta el momento suficientemente estudiados, como es el caso de las contraventanas exteriores.
Térmicamente, la contraventana actúa de formas completamente diferentes en función de si el período es de demanda de calefacción o refrigeración. Por una parte, durante el día, y principalmente durante el verano en climas cálidos, bloquea la radiación procedente del exterior, disminuyendo así las ganancias de calor y evitando el sobrecalentamiento interior. Por otra parte, durante la noche en climas fríos, actúa como aislamiento térmico en el hueco de la ventana, proporcionando una resistencia térmica adicional y reduciendo el flujo de calor que atraviesa el cerramiento.
La contraventana en climas cálidos
En climas cálidos, la utilización de contraventanas exteriores es un recurso óptimo para reducir en gran medida la radiación solar de onda corta que incide sobre el hueco de fachada durante el día y que constituye un alto porcentaje de las ganancias solares que tiene el edifi durante el verano. Habitualmente, las contraventanas en este tipo de climas tienen alta permeabilidad al aire, ya que disponen de lamas con el fin de permitir el paso de aire a través de ellas. Esto posibilita que, con las contraventanas cerradas y las ventanas abiertas, los diferentes recintos del edificio estén ventilados a la vez que se evita la entrada de radiación solar. Por otra parte, la adopción de una contraventana de alta permeabilidad en combinación con la ventana abierta es una estrategia habitual de enfriamiento nocturno mediante ventilación natural.
Según datos estadísticos y estimaciones de expertos, la disposición de contraventanas exteriores (u otro dispositivo externo para el control solar) tiene una influencia, en términos energéticos, mayor que otras estrategias comúnmente empleadas como son la utilización de masa térmica en muros y suelos, eliminación de puentes térmicos, cubiertas y fachadas vegetales y paneles solares. De esta forma, la contraventana aporta una reducción de la demanda de refrigeración que, para un edificio de baja altura en clima mediterráneo, puede llegar hasta un 19,5% mediante su disposición en los huecos orientados al sur, mediante un control de apertura y cierre en función de la radiación incidente en el vidrio.
Asimismo, se ha demostrado que las contraventanas exteriores son uno de los elementos más eficientes para reducir los efectos de una ola de calor en una vivienda, reduciendo la cantidad de grados-hora, en una estancia orientada al sur, hasta el 71%, y demostrándose que son más eficientes que otros elementos de sombra como las contraventanas internas y las cortinas.
La contraventana en climas fríos
En climas fríos, el uso de la contraventana está vinculado fundamentalmente a la protección del hueco de fachada frente al frío y los fenómenos atmosféricos (viento, lluvia, nieve). Para ello, se emplean fundamentalmente contraventanas de hoja opaca, sin lamas, y con un nivel alto de estanqueidad. Su uso resulta óptimo durante la noche, ya que su eventual uso durante el día, además de generar problemas de falta de iluminación natural en el interior del edificio evita la ganancia de calor que aporta la radiación solar y que igualmente contribuye a la disminución de la demanda de calefacción.
La contraventana aporta una resistencia térmica adicional al hueco de fachada, por lo que el conjunto formado por ventana y contraventana consigue un valor inferior de transmitancia térmica que el obtenido con la utilización únicamente de la ventana. El efecto aislante que generan las contraventanas puede abordarse con la norma UNE EN ISO 10077-1:2010. En ella, se asimila el efecto de una contraventana al de una resistencia térmica suplementaria que se aporta al hueco de fachada. Esta resistencia térmica suplementaria la aportan la propia hoja de la contraventana y la cámara de aire encerrada entre la ventana y la contraventana, y los principales parámetros que influyen en su valor son la permeabilidad y la resistencia térmica de la propia hoja de la contraventana. En este sentido, para reducir el flujo de calor a través de las ventanas conviene utilizar contraventanas estancas al paso del aire y con la mayor resistencia térmica posible.
Como dispositivo exterior de protección del hueco, las contraventanas cumplen una función similar a las persianas enrollables, con la ventaja de que, al no disponer de tantas juntas entre elementos, es más fácil garantizar la estanqueidad al paso del aire. Los estudios realizados con persianas, que pueden ser extrapolables a las contraventanas, concluyen que este tipo de elementos consiguen reducir la transmitancia térmica del hueco de fachada entre el 25% y 30%, en función del tipo de ventana sobre la que se instalan.
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